¿Sabías que el signo que ascendía en el horizonte al momento exacto de tu nacimiento no solo habla de tu presencia en el mundo… sino también de las experiencias que vendrán a buscarte una y otra vez?

El Ascendente no es solo una fachada, ni un estilo. Es la marca viva de un llamado. Es el punto de partida desde donde tu conciencia se aventura a convertirse en persona. Es el rostro que elegiste para habitar esta vida… pero también el umbral que te invita a cruzar zonas de incomodidad, transformación y maduración.

Bajo esa primera impresión que das, laten mecanismos más profundos —pulsiones, deseos silenciados, herencias invisibles— que condicionan tu forma de vincularte, de defenderte, de desear.
Como fuerzas que operan desde el trasfondo, estas memorias inconscientes moldean los escenarios que una y otra vez se repiten: vínculos, desafíos, ciclos, decisiones aparentemente «casuales».