El cuerpo nos alerta de lo no integrado
En las últimas décadas, el estudio de la reciprocidad cuerpo-emociones-mente tomó protagonismo en las ciencias de la salud. Muchos profesionales estudian cómo pensamientos y emociones negativos ocasionan determinadas dolencias, y proponen tratamientos con innovadores enfoques holísticos e integradores.
Luego de años de trabajo, he constatado que muchas enfermedades tienen su génesis en conflictos evolutivos y psíquicos que por alguna razón el sujeto no puede procesar, integrar o liberar. Cuando un dilema se torna persistente e irresoluble existen dos vías por el cual el mismo se manifestará:
1) crisis existenciales –por eventos traumáticos, pérdidas dolorosas, relaciones insatisfactorias- o
2) patologías que van desde trastornos leves hasta complicaciones crónicas y terminales.
En esta oportunidad me referiré al mensaje simbólico de frecuentes afecciones en la piel.
Previamente, es propicio recordar la importancia de chequeos periódicos y la atención médica adecuada para cualquier dolencia, felizmente, las ciencias médicas están muy avanzadas en diagnóstico y curación.
Lo que aquí trataré está orientado a encontrar un sentido a lo que ha sucedido o anticipar, desde el aspecto subjetivo, que tal o cual disyuntiva no se exprese cómo una disfuncionalidad física.
La piel: una cuestión de fronteras
La piel es el órgano más extenso del cuerpo humano, ocupa aproximadamente 2 m2 y su peso es promedio es de 5 kg. Tiene múltiples funciones: actúa como barrera protectora, delimitando el adentro y el afuera; ejecuta actividades de auto-regulación térmica; responde sensiblemente al tacto; emite olores decisivos para la atracción sexual.
La piel nos remite a la atracción magnética por vecindad. Según los Dres. Dethlefsen y Dahlke, en su obra La Enfermedad Como Camino, “La piel no sólo muestra al exterior nuestro estado orgánico interno sino que en ella y por ella se muestran también todos nuestros procesos y reacciones psíquicas. Algunas de estas expresiones son tan claras que cualquiera puede observarlas: una persona se pone colorada de vergüenza y blanca de susto; suda de miedo o excitación; el cabello se le eriza de horror, o se le pone la piel de gallina. Invisible exteriormente, pero mesurable con aparatos electrónicos, es la conductividad eléctrica de la piel.”
En las manifestaciones físicas de la piel algo atraviesa la frontera, algo quiere salir. Según los autores citados, “…el nuevo impulso por insólito y desconocido nos atemoriza”. “Y uno se encuentra en un conflicto. La atracción de lo nuevo y el temor a lo nuevo tiran de uno casi con igual fuerza”.
“Ni lo que ocurre en la piel, mancha, tumefacción, inflamación, granito, absceso, ni el lugar de su aparición es casual sino indicación de un proceso interno”. La piel enrojecida evidencia excitación por alguna situación que nos coloca en aprietos; el acné una sexualidad naciente que teme su expresión; la picazón o prurito la irritación por algo que nos aguijonea, la piel seca denuncia que nos hemos alejado de la húmeda alegría de vivir.
También, la piel de una persona nos dice algo acerca de su estado evolutivo y psiquis. Bajo una piel muy sensible hay un alma sensible, mientras que una piel áspera nos hace pensar en un pellejo duro, una piel sudorosa nos muestra inseguridad, etcétera.
La psiquis es aguijoneada por la conciencia a ampliar y profundizar nuestras percepciones, entendimientos y experiencias en distintos planos: el cognitivo, el emocional, el vincular, el de creencias y el físico o corporal. De manera práctica, puede que una persona cognitivamente entienda que debería relacionarse de manera más amplia y profunda, a pesar de ello, emocionalmente teme al acercamiento físico a otras personas, miedo que puede expresarlo corporalmente desarrollando problemas en la piel (alergias, erupciones, psoriasis, etcétera).
El padecimiento pone de relieve alguna confrontación evolutiva. El desafío será “descubrir” cuál es el “entendimiento o lección” que debemos asimilar para ampliar las fronteras de nuestra vida.
Cómo descubrir el aprendizaje
Si tenemos afecciones en la piel, algunas preguntas pueden ayudarnos a revelar los aprendizajes que deberíamos enfrentar:
- ¿Me aíslo excesivamente? ¿por qué? ¿a qué le temo?
- ¿Qué me sucede en el contacto con los otros? ¿qué siento? ¿a qué le temo?
- ¿Mantengo las distancias cuando lo que necesito es acercamiento? ¿sé cómo acercarme a los otros? ¿tengo miedo al rechazo?
- ¿Qué emociones o sentimientos están intentando salir a luz? ¿sexualidad, instinto, agresividad, sensibilidad, pasión, entusiasmo, etcétera?
- ¿Qué me pica, en realidad? ¿por qué no puedo responder ágilmente ante la situación?
Lo expuesto es sólo una muestra de cómo al observar, comprender e integrar las causas (el conflicto) podemos ayudarnos en la sanación de los efectos (las patologías o síntomas).